Durante la Segunda Guerra Mundial, una vez que Rusia se volvió en contra de Alemania, tuvo lugar la famosa batalla de Stalingrado, en la que los ejércitos Nazi y Rojo tuvieron que enfrentarse en condiciones muy precarias. Una vez que los soldados tuvieron acorralados a los alemanes, estos últimos no se atrevían a salir de sus escondites, los cuales se encontraban próximos al río Volga. Pronto se les acabo el agua y empezaron a tener sed.
Sabiendo del peligro al que se exponían si intentaban conseguir un poco de líquido, los nazis atraían, llamaban la atención de los niños locales, sobornándolos con trozos de pan, para acudieran al río a traer agua para ellos. Esto resultaba un aliciente muy eficaz para los infantes, que debido a la guerra, se encontraban prácticamente famélicos y sufriendo los emvites del hambre.
Pero los soldados rusos, amedrentados por las órdenes superiores de no abandonar sus puestos so pena de muerte, no se tentaban el corazón al ver las penurias por las que pasaban aquellos niños. Al tener conocimiento del hecho de que se prestaban para llenar las cantimploras de los alemanes, inmediatamente los consideraban como traidores, disparándoles sin compasión apenas se aproximaban al Volga, desde donde esperaban a sus enemigos.
Una anécdota muy triste y cruel, acerca de los estragos que puede ocasionar la guerra sobre las víctimas más inocentes.
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