En la entrada de hoy vamos a
hablar sobre la presencia del bien y el mal
en el mundo, un concepto que es tan antiguo
como la propia humanidad. Y es que a lo largo de la historia todas las desgracias, epidemias, guerras y muertes
han sido atribuidas a una fuerza
desconocida que era la encarnación de lo malvado en estado puro.
El Diablo en la historia
Los griegos y los romanos no tenían ni idea de quién era el diablo y
mira que ellos tenían un montón de dioses. Estaba Hades, el Señor del Inframundo que custodiaba el Reino de los
Muertos, pero no era malo, simplemente ayudaba a las almas en su transición a
la otra vida.
Tampoco habían oído hablar de Satanás el Pueblo Celta, que en sus más de 400 deidades no había sitio para el Maligno, ni las religiones africanas previas a la llegada de los evangelizadores. Ni en los indios de América del Norte, ni en el sintoísmo, el taoísmo, o el budismo.
Tampoco habían oído hablar de Satanás el Pueblo Celta, que en sus más de 400 deidades no había sitio para el Maligno, ni las religiones africanas previas a la llegada de los evangelizadores. Ni en los indios de América del Norte, ni en el sintoísmo, el taoísmo, o el budismo.
De hecho, en el Pentateuco, el Libro Sagrado de los
judíos, Satán jamás aparece como jefe de los malos ni le declara la guerra a
Dios y a todos los seres humanos. ¿De dónde viene entonces este concepto de mal absoluto? Pues como ya debes estar
pensando a estas alturas, todo esto es gracias al cristianismo.
El Evangelio de Juan
Con la publicación del Evangelio de San Juan se sientan las bases de la satanalogía
cristiana y todo lo que significa el apocalipsis.
Es este discípulo de Jesús el que nombre al Diablo Señor del Mal y causante de todo el sufrimiento del ser
humano, un ser que hasta la llegada del Hijo de Dios tenía un dominio
absoluto. ¿De dónde viene esta dualidad? Pues bien, todo esto del Bien y el Mal
tiene su origen en la religión
zoroástrica de Irán con Ahura Mazda, que dio comienzo al monoteísmo y toda esta historia de Ángeles y Demonios.
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