Hace unos días hemos podido
asistir a un evento de la naturaleza que pocas veces se han visto. El enorme glaciar Taylor que se encuentra
en la Antártida ha comenzado a sangrar
o al menos ese es el curioso efecto que parece a simple vista. La realidad, por
supuesto, es otra bien distinta y en la entrada de hoy vamos a conocer la
explicación de por qué algunos glaciares “sangran”.
El hierro, la clave de todo
¿Qué es lo que produce este
intenso color rojo que nos recuera a la sangre? Pues bien, se debe a los altos niveles de hierro que se
encuentran enterrados bajo el enorme glaciar Taylor, que es el que hace
posible este cuanto menos curioso efecto. Y es que este mineral surge como si
de una herida abierta se tratara
desde las entrañas del glaciar, nombrado así en honor de su descubridor, el
explorador australiano Thomas Griffith
Taylor en 1911.
Fue la primera persona en el
mundo en llegar a este extraño paraje de la región antártica conocido como los Valles Secos de McMurdo, una de las zonas más áridas del planeta, sin
precipitaciones apenas y con ausencia de hielo en algunos puntos, dejando al
descubierto amplios desiertos. Aquí se encuentra el glaciar Taylor, que
actualmente cuenta con 54 kilómetros de largo y casi 500 metros de espesor.
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